Sin descansos ni beber agua, El Sol dio un concierto demostrando una imponente fuerza vocal imposible de emular por un doble; reafirmó ser único en el planeta
Envivojrz/NANCY MÉNDEZ C./Excélsior
Los días de oscuridad para los seguidores de Luis Miguel en la Ciudad de México acabaron.
Ayer, El Sol iluminó con su energía, canciones, música, sensualidad al bailar y una personalidad avasalladora a más de 20 mil personas reunidas en la Arena Ciudad de México, en la primera de siete presentaciones que ofrecerá en el recinto, como parte de su Tour 2023.
Fue en punto de las 21:05 horas cuando las luces se apagaron y Luis Miguel apareció con su impecable figura a lo alto del escenario y, sin decir palabra alguna, sólo con su enorme sonrisa, encendió los ánimos de sus miles de seguidores que lo ovacionaron.
Enseguida, bajó al frente e hizo lo que ha hecho desde que era niño: cantar.
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Y como el astro musical que representa y que ha mantenido su calor y luminiscencia por más de cuatro décadas, El Sol salió a darlo todo desde su primera canción.
Fue con Será que no me amas que saludó a su gente y con la que la hizo levantarse para cantar a coro: “no culpes a la noche, no culpes a la playa, no culpes a la lluvia…”,
mientras los celulares grababan cada uno de sus movimientos: cada brazo, cada nota musical y aquel levantamiento de pierna, que es parte de su firma personal sobre el escenario.
La velada aún era joven y los asistentes, con su mejor atuendo y perfume, correspondieron a cada parpadeo de Luismi e hicieron personal cada estrofa de Amor, amor, amor.
El ritmo cambió en Suave, pero no su ánimo.
Y sí, quizá alguna nota sonó un tanto ronca, pero nada importante, mientras él pedía con las manos a su banda elevar el volumen.
Así, Luis Miguel siguió su conquista, la de un público cautivo desde hace muchos años.
Y es que cada tema, cada éxito, era plenamente reconocible por cada uno de los que fueron testigos de este encuentro.
Por ello, se escuchó, antes de cada canción, un suspiro en conjunto de todo el público. Culpable o no no fue la excepción.
Desde sus lugares, los espectadores se regocijaron en algún recuerdo, de esos que duelen, para cantar con Luis Miguel, quien lanzó un “¡Viva México!” a mitad de la melodía.
Te necesito fue como un llamado a esa conexión inexorable entre ambas partes, él y sus fans. Sus fieles seguidores a su estilo no sólo esperaron años para su regreso, sino que volvieron a su encuentro como quien necesita reencontrarse con un viejo amor, aunque no haya nada nuevo, más que la propia presencia del otro.
Y aunque tarareó alguna frase, cual si hubiera olvidado su colocación en la letra, la gente le perdonó todo.
Las seguidoras llevaron fotografías de Mickey en su época infantil para dar color al inmueble de Azcapotzalco.
Hasta que me olvides y Dame, en la que delimitó cada movimiento de cadera, cerraron el opening de su concierto, pero no fue un momento de descanso para nadie.
Luis Miguel no se sentó un sólo momento, ni guardó silencio.
Su seducción fue más allá. El escenario estaba caliente y la gente completamente enamorada.
Así que era el momento para el medleyPor debajo de la mesa y No sé tú.
La Arena CDMX ya estaba en sus bolsillos y era momento para un Segundo romance.
UNA VOZ ÚNICA
Luis Miguel dejó claro que con el paso de los años el carácter se afianza, la sonrisa se acentúa y una voz como la suya está impregnada en la memoria de muchos.
Con la confianza de saber que los 20 mil corazones vibraban junto a él, El Sol hizo que salieran miles de lunas.
Así soñaron despiertas las almas con Como yo te amé, Solamente una vez, Somos novios, Todo y nada y Nosotros.
Su garganta pareció abrirse más con cada canción e hizo lo que quiso con su voz.
Fue entonces cuando recordó a Michael Jackson al cantar a dueto con él Sonríe, gracias a la grabación previa de la voz de Jacko, un sencillo que nunca fue lanzado, pero que hoy es parte de su repertorio.
Después, junto a Frank Sinatra, cantó Come Fly With Me, como un homenaje a uno de sus admirados personajes.
Un medley en puerta dejó afónicos a todos: Un hombre busca a una mujer, Cuestión de piel y Oro de ley.
Al cantar, hizo uso de la tecnología y con una cámara enfocó su imagen, que fue la principal de las pantallas, haciéndolo cada vez más cercano y dejando después que los drones dieran un recorrido por la Arena para dar un vistazo al ambiente festivo.
Fría como el viento, Tengo todo excepto a ti y Entrégate fue un momento de expresión de la gente, que interpretó cada tema sin dejar una sola letra suelta. La entrega fue total.
¡MI MARIACHI!
La bandera de México llenó de colorido el escenario sobre las pantallas y un ballet regional mexicano inundó cada espacio. Mientras, Luis Miguel aprovechó para cambiarse de atuendo.
Y el mariachi sonó a su lado como una fiesta, mientras los más de 20 músicos, entre ellos su incondicional Kiko Cibrián, y tres coristas, seguían su ritmo vertiginoso y explosivo. Así siguieron La Bikina y La media vuelta, para dejar como juramento No me puedes dejar así, Palabra de honor y La incondicional, actitud que cada fan parecía traer en su interior.
Y no hubo descanso. Mickey siguió vertiginosamente hacia el final, sin dejar de cantar, con una celebración al tope, llena de papeles de colores y pelotas enormes que él mismo lanzó con los pies al público.
¡Vamos arriba México, arriba México!”, dijo de pronto en el segmento de despedida, en el que no soltó los oídos de la gente, tampoco sus corazones, y los trasladó al astro que lo caracteriza, directo a El Sol, con Ahora te puedes marchar, La chica del bikini azul, Isabel y Cuando calienta el sol.
Al final, levantó los brazos, aplaudió a su público, sonrió como nunca y lanzó besos al aire, que eran pescados por todos los que alzaban las manos como para alcanzarlo.
Y así dio las gracias, junto a todos sus músicos, abrazado de ellos, y salió cómo llegó, con toda la luz consigo y como un rey que dejó claro su dominio.