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El Voto Cautivo
EnVivojrz/JOSÉ GIL OLMOS/Proceso
En los últimos cinco años la inversión que este gobierno ha destinado a los programas sociales se ha incrementado 30%; es decir, López Obrador ha invertido 6.5 billones para tener cautivo un apoyo popular mediante los famosos programas de bienestar social.
En 1988, quizá la última elección de un PRI hegemónico, el voto cautivo logrado vía una estructura territorial, sectorial y de gobierno fue lo que llevó a Carlos Salinas de Gortari a arrebatar una votación que había perdido.
Se trató de una elección de Estado propia de una época que hoy ya no existe, pero que se transformó hasta llegar hoy a otra elección en donde el voto cautivo se da a través de una maquinaria más fina, pero igual efectiva, aceitada con miles de millones de pesos en los programas sociales.
En los últimos cinco años la inversión que este gobierno ha destinado a los programas sociales se ha incrementado 30%; es decir, Andrés Manuel López Obrador ha invertido un total de 6.5 billones para tener cautivo un apoyo popular mediante los famosos programas de bienestar social, que van desde credenciales para adultos mayores, becas a estudiantes en todos los niveles, apoyos a madres solteras, desempleados, jóvenes construyendo el futuro, discapacitados, sembrando el futuro, entre otros que integran un total de 16 programas para apoyar a la población, dependiendo de la edad y de la actividad que realice.
“El que no vote por Morena pone en peligro los programas de gobierno”, fue el dogma que se propagó al inicio de la campaña el año pasado y que ahora se ha transformado en la promesa de que si se vota por el partido oficial,
seguirán recibiendo el dinero como si fuera una acción graciosa o una dádiva del gobierno de la cuarta transformación.
En términos electorales, es el combustible que hace caminar una enorme maquinaria que ya se echó a andar y que veremos sus resultados en las casillas el próximo 2 de junio.
Claudia Sheinbaum, la candidata oficial, pero sobre todo Andrés Manuel López Obrador tiene como meta obtener 32 millones de votos en la elección presidencial y, con ello, mostrar no sólo el poderío político y de partido, sino mantener la ruta de un proyecto de gobierno que podría extenderse dos sexenios más,
en una especie de nuevo maximato donde el Caudillo sobrevive a los cambios de gobierno gracias a su carisma y a las redes de conveniencia tejidas a lo largo de décadas.
La derrota no está en la mente de López Obrador y sus devotos seguidores que desde ahora ya cantan victoria en la elección presidencial.
Es un mero “trámite”, dijo Sheinbaum con una soberbia que ya anuncia su perfil de gobernante del país si gana el 2 de junio.
AMLO no está dispuesto a reconocer una derrota de la oposición, como lo advierte el Observatorio Eclesial de la Conferencia Episcopal Mexicana (CEM) en un análisis de los escenarios de las próximas elecciones el 2 de junio.
El informe Ciudadanía católica y análisis social, realizado por un equipo de la Secretaría General de la CEM y lo distribuye la Dimensión Episcopal para Laicos, está dedicado a la sucesión 2024 y señala que, en una elección normal, la participación ciudadanía fluctuará entre 62.26% a la baja y 65.24% al alta.
En la elección presidencial de 2018 fue de 63.42% de participación.
Advierte que es posible que la participación ciudadana pueda rebasar el punto más alto de los 64.6 millones de electores, si existen los estímulos necesarios como la operación política de los partidos, el acarreo político, la movilización ciudadana autónoma y una política institucional bien dirigida de las autoridades electorales que incentiven la participación en las urnas.
“La candidata ganadora deberá obtener la mitad de los 64 millones 642 mil 524 votos (techo de 65.24%), que son unos 32 millones 321 mil 262 sufragios efectivos en urna.
La cifra ideal sería superior en poco más de dos millones de votos a la cantidad de sufragios obtenidos por López Obrador en 2018 (30,113,483)”, asegura el Observatorio Eclesial.
Para alcanzar esta meta la maquinaria del voto cautivo ya está caminando y se llama Programas para el Bienestar, operados desde Palacio Nacional por un presidente que paradójicamente se parece a quien considera su enemigo histórico.
Por cierto…
En 1988 votaron poco más de 19 millones, Carlos Salinas de Gortari se impuso con 50.36% del voto válido, contra 31.12% de Cuauhtémoc Cárdenas y 17.07% de Manuel J. Clouthier.
Las cifras oficiales arrojaron un padrón compuesto por 38 millones 74 mil 926 personas, Salinas ganó con nueve millones 687 mil 926 votos.
Desde entonces hasta las elecciones de 2018 en las cuales el candidato Andrés Manuel López Obrador obtuvo 53.19% de los votos, ningún candidato presidencial había logrado la mayoría absoluta de votos.